Dirección: Ang Lee.
País: USA.
Año: 2005.
Duración: 134 min.
Género: Drama.
Intérpretes: Heath Ledger (Ennis Del Mar), Jake Gyllenhaal (Jack Twist), Linda Cardellini (Cassie), Anna Faris (Lashawn Malone), Anne Hathaway (Lureen Newsome), Michelle Williams (Alma), Randy Quaid (Joe Aguirre), Kate Mara (Alma Jr.).
Guión: Larry McMurtry y Diana Ossana a partir del relato homonimo de Annie Proulx.
Producción: Diana Ossana y James Schamus.
Música: Gustavo Santaolalla.
Fotografía: Rodrigo Prieto.
Montaje: Geraldine Peroni y Dylan Tichenor.
A lo largo de muchísimo tiempo se ha utilizado casi como slogan entre muchos publicistas la popular frase acuñada en el célebre musical de 1959 West Side Story «Amar sin barreras», asociada a las relaciones sentimentales entre un chico y una chica desde bandas rivales. Pero esta vez el realizador taiwanés Ang Lee ha rescatado la frase con su última y arriesgada película, Brokeback Mountain, una historia que versa sobre las barreras que impiden a dos vaqueros vivir con plenitud el amor que sienten uno por el otro. Este tema, por cierto, se ha convertido en caballo de batalla últimamente en muchos estados norteamericanos del Medio Oeste que han visto peligrar su leyenda de rudos «cowboys».
A partir de un relato escrito por Annie Proulx incluido en un libreto titulado Close Range (En terreno vedado), y filmada en bucólicos exteriores de los estados de Texas y Wyoming (EEUU) y en las Montañas Rocosas de Canadá, es Brokeback Mountain una historia madurada y sin trampas que narra con brillante contención a través de 20 años la intensa relación amorosa que establecen dos vaqueros del ya citado estado de Wyoming viéndose abocados a negar esa pasión. Y es éste un drama con tintes universales. Tras continuos titubeos iniciales causados por el temor a ser descubiertos en una sociedad ultraconservadora y puritana, la atracción que siente Ennis del Mar, encarnado eficazmente por el actor australiano Heath Ledger ( Ned Kelly, Destino de caballero ), hacia Jack Twist, al que da vida Jake Gyllenhaal ( Jarhead, El compromiso ) en una interpretación creíble y llena de matices, sigue su curso como una fuerza de la naturaleza y sus escenas juntos desprenden una química provista de naturalidad y necesaria fogosidad a raudales.
Aderezado con las evocadoras notas musicales de Gustavo Santaolalla, el filme apuesta por la austeridad en su planteamiento estético donde la tragedia fluye bajo la simpleza argumental como corrientes ocultas; unas corrientes, por cierto, que beben de las fuentes de un cine más cercano a John Huston que a John Ford, por mucho que los críticos se empeñen en sacar a relucir a este último. Ang Lee escarba en los sentimientos a veces esquivos, otras contradictorios, pero siempre bajo un brote visceral, a flor de piel, entre estos dos «cowboys» que ponen de manifiesto, plano tras plano, con impresionantes parajes de las Rocosas de fondo, que el amor mueve montañas. Brokeback Mountain es, para quien se limite a verlo así, un magnífico melodrama, lejos de todo estereotipo posible, donde amor y dolor se funden.
Pero eso no es todo. A lo largo de un metraje que supera los 120 minutos, y articulando cada ángulo de la cámara, cada pincelada del estupendo trabajo de fotografía a merced de los dictados del guión, nos topamos de frente con una historia sobre la búsqueda de la identidad, sobre la fidelidad y la traición, de la futilidad de la vida o, incluso, los instantes de felicidad que puede producir cabalgar juntos. Sin compartir la explosión de emociones y la reflexión que todos estos elementos ocasionan, resulta imposible acompañar a estos vaqueros de Brokeback Mountain en su paseo por el amor y la desolación.
Hermosa desripción; fiel y sentida. Mil gracias.